En telecomunicaciones es imperante transmitir datos entre dos lugares de manera eficiente, rápida y de
forma segura. Esto requiere el diseño de algoritmos que cumplan estos tres requisitos invariablemente, por
ejemplo de nada nos sirve enviar un mensaje muy veloz pero que llegue incompleto o dañado (rápido pero no
eficiente), tampoco nos sirve enviar un mensaje que llegue impecable pero tarde varios meses en llegar a su
destino (eficiente, seguro pero lento); aun si el envío de mi mensaje tiene las dos primeras características, no
sirve si cualquiera se entera de su contenido (no es seguro). Esto lo apreciamos seguramente cada vez que
usamos nuestra tarjeta de débito en un cajero; queremos nuestro dinero rápido, sin fallas y sin que nadie más
pueda acceder a mis datos. Estas características se repiten casi en todas las transmisiones electrónicas. Las
herramientas que se emplean en el diseño e implementación de algoritmos requieren una considerable labor
de matemáticas. Continuamente se prueban los programas para detectar fallas y se actualizan los mismos
para mejorar los servicios, todos buscan que éstos sean más rápidos, más eficientes y más seguros.
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